La esquizofrenia es un trastorno mental grave y por ello su tratamiento debe ser farmacológico, ya que es una enfermedad que se produce por alteraciones en el funcionamiento del cerebro. Mediante estudios se ha descubierto un desequilibrio de los neurotranmisores (biomoléculas encargadas de transmitir información de una neurona a otra), esto es muy importante ya que permite avanzar en el estudio de nuevos fármacos que se puedan utilizar para tratar la esquizofrenia.
Es muy
relevante también el entorno familiar, los componentes biológicos,
ambientales, psicosociales y la complejidad del trastorno, ya que hay
diferentes grados dentro de la propia enfermedad.
En lo
referente al tratamiento farmacológico se utilizan principalmente
neurolépticos o antipsicóticos. Hay dos tipos dentro de los
antipsicóticos, los clásicos y los atípicos.
Los
clásicos son la clorpromazina, el haloperidol o la trorizadina.
Los
atípicos van a ser la clozapina, la lanzapina, la ziprasidona o
quetapina y la risperidona.
La
función principal de estos dos tipos de antipsícóticos son
corregir los desequilibrios de ciertos neurotransmisores, en el caso
de los clásicos corregirían a la dopamina, mientras que los
atípicos se encargan de la serotonina.
Sin
embargo, hay otro tratamiento establecido para un subtipo de la
esquizofrenia, que es la terapia con electroshock, que se derivaría
a la esquizofrenia catatónica.
Es muy
importante también el tratamiento psicológico, en este caso se
trabaja a nivel individual y en el ámbito familiar. Se incide en los
siguientes aspectos:
-Mejorar
las habilidades del paciente en lo referente a la atención y la
formación de conceptos verbales.
-Percepción
social.
-En la
adquisición de habilidades de conversación, para facilitar la
comunicación verbal del paciente.
-Habilidades
sociales.
-En las
relaciones interpersonales, enseñarles como resolver problemas de la
vida diaria.
-Se
trabaja con las situaciones psicóticas, explicándole al paciente
como se suceden y enseñándole como manejarlas en la medida de lo
posible, gestionando los síntomas positivos para evitar recaídas.
A veces
es necesario el ingreso hospitalario hasta conseguir una
estabilización.
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